El
proceso que los alumnos viven en su paso por la escuela deja una huella en sus
vidas que permanece y se manifiesta en la cotidianidad de sus relaciones
sociales; los niños que hoy están en los salones de clase, aprendiendo y
conviviendo serán muy pronto los ciudadanos que construyan y lleven a la
práctica la cultura y el desarrollo socioeconómico del país.
Las
referencias morales y las concepciones básicas del entorno que se dan en el
contexto escolar trascienden hasta formar parte de la identidad y del cuerpo de
significatividades internas de una persona, puesto que ha hecho suyos esos
valores en un entorno que simula o intenta reproducir la vida diaria y adulta
en sociedad con sus múltiples relaciones y conflictos que han de resolverse si
se pretende continuar gozando del derecho de pertenencia al entorno social,
además la exposición a este entorno de relaciones interpersonales se suma día con día al proceso histórico
personal que le hace diferente al resto de individuos aún formando parte de la
sociedad y existiendo rodeado de ella de manera balanceada.
Puede
darse, sin embargo, que los individuos actúen como resistencia o contrapeso al
orden social cuando no logran interiorizar las significatividades que llegan de
forma extrínseca (los compañeros, los maestros, su propio entorno social) y que
dan soporte al modelo que orienta la dinámica social vigente, o bien cuando no
se da una relación recíproca entre los integrantes de una parte de la sociedad,
pues se rompe el equilibrio de dicha interactividad.
En la
escuela se confirman o abaten las actitudes y los símbolos que la colectividad
social legitima o invalida a través del diálogo, a veces incluso un diálogo que
no requiere palabras y que se muestra en las formas de coexistir entre pares y
maestros pero que armoniza (homologa) los criterios en el contexto particular
de cada establecimiento educativo favoreciendo al balance mencionado
anteriormente y a la permanencia de la institución.
Y es
justamente en la búsqueda de esa armonía que el estado, como gestor de las
transformaciones económicas y políticas interviene con programas y reformas que
institucionalizan las diferencias, las similitudes y los cambios en los
diferentes ambientes educativos dentro del territorio nacional según sus
intereses y las demandas de la sociedad y la industria. La figura del estado da
legitimidad al propio sistema educativo en una suerte de validación mutua que le permite extender certificaciones oficiales
al tiempo que se integra a la estructura de las instituciones políticas del
país.
Con
esto la educación en el marco formal de la escuela se convierte en una
responsabilidad del estado en tanto los sujetos pueden desarrollar autonomía y
al mismo tiempo identidad colectiva en ella, autorregulándose en su proceder
moral y negociando la diferencia hacia
la cooperación o colaboración con otros individuos, todo lo cual puede resumirse
como la conformación de ciudadanos ideales o cuando menos en vías de ese ideal.
Referencias:
Berger,
P y Luckman, T. La construcción
social de la realidad. Los fundamentos del
conocimiento en la vida cotidiana.
Echavarría
Grajales, C. (2003). La escuela un
escenario de formación y socialización para la construcción de identidad moral,
en: Revista Latinoamericana de Ciencias
Sociales, Niñez y Juventud, Julio – Diciembre, Vol. 1, No 002, Universidad
de Manizales, Colombia.
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